martes, 11 de agosto de 2009

¿La gran decisión?

En muchas charlas con amigos o cuando hago alguna ponencia en clases de creación de empresas del Instituto de Empresa, me suelen preguntar sobre aquel momento en el que decidí lanzarme a crear una empresa.

Parece que tenga que ser así, que llegue un momento puntual en la vida de las personas en el que tengan que decidir si montan una empresa o si trabajan por cuenta ajena.

Al menos en mi caso, e imagino que en el de mucha gente, no existió tal momento puntual en el tiempo. Lo que empezó a ser una afición acabó convirtiéndose en una empresa y todavía hoy no sabría decir cuándo tomé aquella decisión.

No hice ningún balance de pros y contras, de posibles pérdidas frente a posibles ganancias. Disfrutaba con lo que hacía, soñaba con llevar el proyecto adelante, tenía ilusión en saber si aquellas ideas podían convertirse en frutos.

Claro, no todo el mundo puede encontrarse en la misma situación. Yo era recién titulado, sin ningún tipo de compromiso ni hipotecas ni ataduras. Tal vez era más fácil para mi, pues lo único que podía perder era el tiempo. Y yo no diría ni eso, pues aunque las cosas se tuerzan, siempre pensaré que es un tiempo bien invertido, pues se gana un sinfín de experiencias que seguro que me serán útiles en el futuro. Así que no había nada que perder.

Otras personas prefieren dedicarse unos 10 o 15 años a trabajar por cuenta ajena, ahorrar dinero y ganar experiencia, para sentirse más seguros cuando en el futuro monten un negocio. Pero entonces sí podrán hacer un balance de pros y contras: un "pro" para la experiencia y el colchón económico y un "contra" para las ataduras de los posibles matrimonios, hijos, hipotecas, etc. que tendrán en el futuro. Y estoy seguro de que esos "contras" pesan bastante más que los "pros".

Yo siempre animo a la gente a que no tomen una decisión, que se lancen y punto. Poco que perder y mucho que ganar. ¿Qué más se puede pedir?

No hay comentarios:

Publicar un comentario